111. LLANTO POR UN DESCONOCIDO

Hoy día 14 de septiembre. Festividad del Cristo de la Paz. Media mañana.

Deambulaba Rambla abajo, cuando debido a la festividad del día, dispararon una traca.

Pasos atrás caminaba un anciano, que debido a lo inesperado del estallido de la cohetería se sobresaltó y cayó de bruces sobre la acera.

Debió de pegarse un golpe contra el suelo en la nariz, ya que empezó a manar sangre con abundancia.

Fui el primero en llegar a él, para ayudarle a incorporarse y sostenerlo mientras tanto acudían otras personas y la policía para socorrerle debidamente. No podía contener el llanto, lo dejé en manos de los demás y me ausenté, para dar rienda suelta a mis lágrimas que pugnaban por aflorar de mis ojos.

Me resultó lamentable la situación, pero posiblemente no fue sólo por eso, lo que me llevó a ese extremo de sensibilidad hasta prorrumpir en llanto, por un desconocido.

Me vi en esa situación a mi mismo dentro de unos años,… meses, … o tal vez, a no mucho tardar y con la amarga sensación de no haber podido hacer más por un semejante.

Solo, desamparado, triste, amargado, ausente de si, rodeado por gentes extrañas a las que no me unirían otros vínculos mayores, que los que nos unían al anciano, las gentes que acudieron a socorrerle, y a mi mismo.

Era tal mi desconsuelo, que volví mis pasos a casa, entré sin decir nada; mi mujer me miró, sin decir nada tampoco, algo vio en mí. Me dió un beso.

¿Intuición femenina? No sé. Tal vez.

De todos modos, gracias por la muestra de cariño. Me sentí muy aliviado.

Quiero pensar, que en el mejor de los casos que, a él, cuando acudieran sus familiares también le darían un beso de amor

JOSÉ GIL JUAN

Publicado porAlfredo en 12:20  

0 comentarios:

Publicar un comentario