107. HISTORIAS DEL CALLEJERO: LA CALLE DEL COMANDANTE SEVA

D. José Seva Ivorra (1876 - 1957) fue Comandante de Infantería, ingeniero y profesor mercantil. Ejerció de Delegado Gubernativo de la zona alicantina durante la Dictadura de Primo de Rivera, promoviendo y fundando la Escuela Elemental de Trabajo, germen del posterior Instituto Politécnico. Compuso además una misa a 5 voces.

En el pleno del 1 de enero de 1927 el alcalde D. Isidro Buades Torregrosa hace constar "la labor noble y trascendente que (…) don José Seva Ivorra, hijo de esta población, viene realizando en beneficio de la misma". Sigue diciendo que al Sr Seva se debe "la urbanización y saneamiento del ‘Huerto de Don Gaspar’ que ha transformado esta población convirtiéndola en urbe moderna con los proyectos llevados a efecto". Buades se está refiriendo a la construcción del primer tramo de la Rambla, la actual Calle Pintor Baeza y la Plaza de España.

Para reconocerle esta labor urbanística sin precedentes en la Villa, se decide por unanimidad declararle Hijo Predilecto de Sant Joan y rotular con su nombre la Calle de la Iglesia en la que nació.

Al Comandante Seva se le hace entrega de un pergamino con el título y se crea una Comisión para organizar el acto de descubrimiento del rótulo.

Apenas cuatro años después, tras la proclamación de la II República y en sesión del 27 de abril de 1931, la Gestora presidida por D. Juan Sevila bautiza esta calle con el nombre de Calle de la Libertad, el cual perduraría hasta el 15 de agosto de 1939 cuando otra Gestora, ahora la franquista, presidida por D. Agustín Pastor le devuelve la calle al Comandante Seva. Esta vez no por sus grandes dotes de urbanista sino por su claro apoyo a los sublevados. Recordemos que, durante la Guerra Civil, Seva ejerció de Comandante Militar de la Vall d’Arán, llevando el agua al pueblo de Les.

D. José Seva Ivorra trazaría, ya en los 40, el nuevo y moderno Ensanche de Sant Joan que abarca las actuales Rambla, Jaime I, José Sala Pérez, Tomás Capelo, Mosén Pedro Mena y calles anexas.

ALFREDO CAMPELLO QUEREDA

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107. EL CUENTO DE ISIDRO: "LLUVIAS TORRENCIALES"

Yo tenía cuatro hermanos que me querían muchísimo, mi padre me adoraba y mi madre no se quedaba atrás en el cariño, pero como era la más enérgica de la familia lo demostraba menos, aunque no por tanto afecto de mis mayores me libré de trabajar desde muy niña.

Siendo tan joven, ya me tenían adjudicado como futuro marido a un vecino rico, siete años mayor que yo y aquel, se divertía con mujeres fáciles cuado yo ya iba siendo crecidita, y si la gente le decía que no venia a buscarme, respondía que él se divertía y a mi me tenía segura. Yo, me enteré de esas palabras y desde entonces, aquel hombre perdió para mi todo su valor. Y a todo esto, trabajando todos los días en el campo, cumplí dieciséis años y, a decir del vecindario, me había convertido en una moza de aspecto sano y muy guapa.

Un día vi en las fiestas del pueblo un chico que me miró y yo le miré a él, y aquella mirada ya no la pude olvidar, aunque no lo volví a ver porque mi madre, temiendo que esto que me sucedía, sucediera, me tenía muy vigilada y no me permitía ir al paseo o al cine del pueblo.

Por aquel tiempo, en los últimos días de septiembre hizo una gran lluvia, fue una de esas tormentas que los huertanos llamaban el "cimenter" y ahora conocemos por la "gota fría". Fue al anochecer y estuvo diluviando hasta la media noche, amaneciendo el siguiente, un día con el cielo limpio de nubes y una densa calma.

Alguien dijo que se habían producido inundaciones en la capital y que se había desbordado el barranco del "Juncaret". Y mi padre enganchó la tartana y nos fuimos los dos a ver los daños causados por la avenida, pero en cuanto llegamos al barranco a su paso por la partida de "La Condomina", como ese barranco es muy corto, apenas la avenida se había reducido a unos centímetros de agua que permitía el paso por la antigua carretera a la altura de "La Venta del Bojo". Atravesamos el cauce y nos dirigimos a una finca cercana donde vivía un antiguo amigo de mi padre, y cuando llegamos allí, nos encontramos con que toda la familia estaba viendo el pequeño pantano de la finca, que se había llenado con las aguas de lluvia provenientes de la vecina "Serra Grossa".El hortelano amigo de mi padre, se llevó una gran alegría por la visita de su viejo amigo al que hacía mucho tiempo que no veía, y yo tuve una agradable sorpresa al comprobar que el hijo menos de aquella familia, era el chico que había visto en la fiesta del pueblo.

Todos los reunidos, comentaban la ventaja de tener un embalse de aquella naturaleza donde recoger las beneficiosas aguas pluviales como el que poseía aquella finca, y mi padre calculó que allí había agua embalsada para regar mas de cincuenta tahúllas. Cálculo que todos los presentes dieron por bueno, y a mi padre le produjo satisfacción tal aprobación.

Yo no le quitaba el ojo de encima al joven, y cuando todos se fueron a la casa por invitación del dueño a mostrársela a mi padre, me hice un poco la remolona y me quedé contemplando las aguas, pensando si el chico, que había ido a la casa a hacer no sé qué que le había mandado su padre, quizá al verme sola, aprovecharía la ocasión para venir a hablarme, y mientras, me asaltó un pensamiento que me produjo cierta risa, ya que mi madre, la que sólo me permitía salir de casa acompañada de mi padre, me había mandado directamente a aquel chico que yo quería, cosa que iba muy en contra de los planes preconcebidos entre ella y la madre del disoluto pretendiente.

Me puse a pasear por el borde del pantano, y más mirando hacia la casa donde había ido el joven, que el lugar donde ponía los pies. El caso es que resbalé y fui a parar al pantano, cuyas aguas profundas me cubrían en más de dos brazas. Comencé a gritar porque yo apenas había aprendido a nadar un poco en el mar, donde resultaba más fácil hacerlo en sus aguas saladas que en aquellas dulces de la lluvia y comprendía que corría un grave peligro, y en este terrible apuro me hallaba, cuando apareció mi amado que se arrojó al agua sin meditarlo un segundo y agarrándome con fuerza, en menos de un minuto me había sacado del peligro.
Yo estaba algo mareada, y confieso que fingí estarlo un poco más, lo que propició que el joven me tomara en sus brazos y me llevara hasta la casa preguntándome a cada instante cómo me encontraba y a la vez dándome ánimos.

Cuando llegamos a la casa y explicamos lo ocurrido, todos vitorearon al salvador. Su madre y su hermana me atendieron solícitamente, quitándome las ropas mojadas y luego de secarme, pusiéronme unas de aquella joven que vendría a tener mi misma edad, y yo estaba tan emocionada, que mi cara pregonaba mi estado, pero a tal situación no creo que llegara tanto por el susto de la caída, si no que fue a causa del estremecimiento que recorrió mi cuerpo cuando Juan, que así se llamaba aquel joven, que luego con el tiempo, fue mi marido; me tomó en sus brazos resueltamente, viendo yo en su cara la angustia por mi estado de salud. Así pues, y aunque ha pasado mucho tiempo, por causa de lo sucedido, yo me aferro cada día más a la idea de que, quien algo importante quiere conseguir, tiene que mojarse.
ISIDRO BUADES RIPOLL
Cronista de la Villa de Sant Joan

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107. LIBRO DEL MES: EL LIBRO DE LAS ROGATIVAS

En un mes tan religioso como ha sido el mes de marzo y el comienzo de abril, por las fiestas de Semana Santa, cabe destacar por la proximidad que nos toca, la romería de la Santa Faz. Nuestra venerable imagen moradora (supuestamente, puesto que se halla en la catedral de San Nicolás) del convento y caserío del mismo nombre, ha sido desde hace cientos de años, objeto de muchas peregrinaciones y procesiones para pedirle diversos bienes de interés general. Curiosamente el que más ha sido objeto de petición, ha sido el agua, y es que a excepción de unas pocas salidas pidiendo la remisión de alguna epidemia, o por la salud de la Familia Real, la mayoría de veces la petición ha sido para que nuestros campos fueran aliviados con el fluido elemento. Así, para este mes de abril, queremos proponerles la lectura de un libro muy bien documentado como es "El libro de las rogativas", dedicado a la imagen de la Santa Faz y cuyo autor D. Vicente Seva Villaplana, nos sumerge en el mundo de las rogativas que se han hecho desde el año 1630 hasta casi nuestros días, pasando por el milagro de la lágrima. Este libro, resulta muy curioso porque además de ponernos sobre la mesa toda una serie de documentaciones y bibliografías, nos zambulle de lleno dentro de las mentalidades de las personas que vivían en la huerta alicantina, y lo que para ellos podía ser más importante. En realidad, muchos han sido los cronistas y demás escritores los que han narrado alguna que otra rogativa, entendemos que con el fin de dejar constancia de la importancia de la Santa Imagen para la Huerta y sus alrededores, sin embargo, este libro, es el primero que las recoge todas, o al menos todas las que se hallan documentadas, ya que aunque antes del s. XVII se sabe que hubo varias (de hecho, desde el milagro de la lágrima en 1489), la pérdida de la documentación a causa de las riadas, hace imposible su exposición. Es un libro que realmente vale la pena leer, y todavía más tener, aunque haya que decirlo, resulta un tanto complicado acceder a él, ya que a no ser que conozca a alguien que se lo pueda dejar, que sepamos, se halla en la Biblioteca Pública de Alicante, en el paseito de Ramiro. No obstante, creemos que es un libro de los que llamamos de cabecera.

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107. ESTAMPES MINAGRELLERES (y 2)

A las cinco, hora del asueto escolar, la calle volvía a animarse. Era la hora del "berenar", grandes tajadas de pan de coca, con aceite y sal, o azúcar. O el "pà amb oli i boix" que era la ñora picada con ajo, principal condimento de casi todos los arroces alicantinos de entonces. O la onza de chocolate "de la Virgen", porque todavía no se habían inventado las barritas individuales, ni la nocilla ni el colacao.

Un poco más tarde, hacía su entrada Pepe, "el chambilero", el padre de Reme, que muy posteriormente abriría su heladería en la Rambla, frente al cine Cervantes (de invierno). El carro de los helados, era de madera, muy pintado, y con un techo adornado con una cenefa de color azul. Dos "garrapinyeres" conteniendo el helado que indefectiblemente eran de "mantecao" y de fresa o chocolate. El "chambi" era un cucurucho que solía costar unos diez céntimos (de peseta, claro) y que años más tarde llegó a costar un real (25 céntimos). Los "ricos" compraban su chambi, de lujo, hecho con un molde rectangular de mango cromado, en el que se insertaba una galleta abajo, luego el helado, y otra galleta encima, a modo de bocadillo o sándwich.

Era la hora de los juegos. Los deberes hechos, la cara con churretones, pantalones de jugar, alpargatas "corredoretes", hechas a mano por mi tía Consuelo, que tenía la alpargatería en la plaza de Sant Joan, frente al templete de la música, al lado del taller de bicicletas y frente a la mercería de Rubio.

Los juegos.... increíbles. Cada época tenía un juego diferente, que se iba sucediendo y alternando de forma natural, sin que nadie fuese capaz de conocer en profundidad esa secuencia o alternancia de los juegos.

No había balones de reglamento, por lo que el fútbol como tal no era demasiado ejercitado. Sí que se jugaba a la pelota contra la pared, el frontón sobre fachadas de cemento en donde no hubiese ventanas ni cristales cerca. Las pelotas eran de piel fina, hechas por nosotros mismos, o de baqueta, si alguno la heredaba del padre o del abuelo. Cada vez que una pelota se quedaba colgada en un tejado, en el alero o en el "canaló", era un verdadero drama. También se jugaba a un "tu-la-llevas" tirándonos esa misma pelota con toda la fuerza de que uno era capaz, y al que le daban, "pagaba", y debía quedarse quieto hasta el final del juego. Los pelotazos eras dolorosísimos, y ahí se dilucidaban toda clase de venganzas y asuntos pendientes entre "els xiquets".

Y el "xurro-mediamanga-mangotero", que era otro juego brutal, en el que uno de los equipos hacía de "burro", a cuatro patas, en hilera, contra la pared, y el otro se lanzaba encima, a tropel, unos sobre otros, hasta que la falla se venía abajo entre risas y llantos para comenzar todo de nuevo.

Y las chapas. Las chapas de gaseosa y de cerveza, eran adornadas con cromos de jugadores de fútbol, y se cubrían con un cristal debidamente tallado, con toda la paciencia del mundo, golpeando con el canto de una piedra, para que el cristal quedase redondito, del tamaño interior de la chapa. Y se sujetaba con un borde de masilla o de jabón "del lagarto". Estas chapas eran a la vez instrumentos del juego, y moneda de cambio, que ganabas o perdías, según fuese tu habilidad en el juego.

Y los huesos de albercoc (albaricoque). Este era el único juego que tenía una época, siempre coincidente con la aparición de estos frutos que, comiéndolos verdes y en exceso, nos producían unas descomunales diarreas y eran muy dosificados, debido a esos efectos, por parte de madres y abuelas. Los huesos para jugar, eran cuidadosamente desgastados rozándolos contra el bordillo de la acera, hasta que conseguías hacerles un agujero por ambos lados, y ensartar unos cuantos en forma de collar o lanzadera, que era utilizado, a mode de honda, para sacar otros huesos del "rogle" que era el escenario del juego, en el suelo de la propia calle.

Y el "marro", y el "parí-parao", y las carreras, y....... un verdadero catálogo de juegos, a cual más divertido, en el que no había absolutamente ningún juguete ni artilugio que no fuese confeccionado por nosotros mismos.

En la postguerra, no había juguetes de Reyes, ni Papás Noel ni cristo que lo fundó. Los reyes, en aquella época, nos traían libretas, algún cuento, lápices, gomas de borrar y pinturas de Alpino. Y algún calcetín o algo de ropa interior. Y punto pelota.

Pero, a pesar de todo, de la represión política imperante, de la pobreza y de la necesidad, los chavales de entonces éramos los seres más felices del mundo.

Y sigamos el relato, con el devenir de las horas minagrelleras.

La hora de "poqueta nit", un claroscuro de despedida de la tarde, y las primeras umbrías nocturnas; la hora de terminar los deberes escolares, o de preparar la cena, la hora en que los hombres volvían del campo o de la obra, y la calle se iba llenando otra vez de actividad.

Los abuelos, iban sacando las sillas, o la mecedora, a la calle, a disfrutar "de la frescoreta", haciendo gana, para la cena, una vez pasados los rigores del sol diurno.

Era la hora en que "el Vigilant" pasaba, calle abajo, con una caña larga, provista de un clavo en la punta, con la cual iba encendiendo los interruptores (de cuchilla, al más puro estilo eléctrico-rupestre), para encender la docena escasa de bombillas de 25 vatios que alumbraban las noches del pueblo.

Y tras la cena, las reuniones vecinales "a prendre la frescor", en donde nos reuníamos en corros para hablar de todo lo divino y lo humano. Para contar chismes, o cuentos de terror, o simplemente cantar en grupo alguna habanera mil veces oída, pero que sonaba distinta cada vez. La hora de ver pasar a la gente, que con cada "bona nit", te regalaba su cortesía y su saludo. Un "bona nit" que debía repetir, casa por casa y corro por corro, aunque fuese a cada paso, para no ser calificado de maleducado.

Y entre cuento y cuento, con la noche ya cerrada, iban "cayendo" los más pequeños, y desertando los mayores, que se escapaban a jugar "al carreró", el callejón que había junto al pozo de la plaza de la fuente, que era la fachada de la tienda de mi abuela "Asunción la Caliua", fuera de la vista y del control de los padres, para seguir haciendo pillerías y diabluras, en los bancales cercanos, hasta que los gritos agudos de las madres, como lluecas en busca de sus pollitos, nos iban recogiendo a todos, uno a uno, cada mochuelo a su olivo.

Son recuerdos de hace ya sesenta años, raíces guardadas en lo más profundo del corazón, estampas sentidas, vividas golpe a golpe y verso a verso, que han conformado día a día, y año a año, la clase de personas, la clase de hombres que somos hoy.

Hombres "del carrer", hombres "del poble", un sello indeleble que podemos lucir con orgullo, aunque el paso del tiempo nos haya llevado a vivir muy, muy lejos de aquella tierra materna, la que nos ha amamantado con tanto amor y con tanta dedicación.

FRANCISCO JAVIER LLORENS SELLERS

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107. MONGÒMIT

La tradició oral i la cartografia ens han transmés un curiós topònim, -Mongòmit-, que assenyala una antiga finca en el Fabraquer hui desapareguda. És del tipus freqüent de llinatge que dóna nom a la hisenda i mansió; així tenim altres exemples de famílies foranes establides d’antic: Finca Ansaldo, en Sant Joan, on inclús roman la torre seua; Marbeuf (o Marbú), gran edifici als afores de Mutxamel, on també trobem El Pelegrí, casalot en el camí de Tànger cap a Sant Joan del que fora administrador general de duanes d’Alacant en el XVIII. Omet molts altres que ens allunyaria del topònim que ens ocupa.

En este cas creiem que Mongòmit és una adaptació dels parlants valencians de Montgomery, com fa la gent major. Els Montgomery eren una família nordamericana, potser comerciants de la portuària Boston. Coneixem Robert Montgomery Budd, nomenat cònsol d´EUA a Alacant des de 1793 i amb l´encàrreg de Múrcia, València, Les Illes i Catalunya. Feia temps que estava a la ciutat comerciant amb vins i bacallà de Terranova; segons Viravens, projectà construir un edifici per a fabricar aiguardent a l´Hort de Valladolid, propietat del municipi alacantí. Comprà terres i cases a L´Horta i Alacant tal com feia la burgesia i noblesa des del Sis-cents. Fou soci i col•laborador del socialista utòpic William Maclure [http://cedar.evansville.edu] en els seus treballs (1820-23) d´establir una escola industrial-agrària sobre finques desamortitzades d´Oriola i Mutxamel. Va morir en agost de 1823. Tingué fills: Anna, casada amb Obadiah Rich, cònsol nordamericà a València i creador de la bibliografia americanista en llengua anglesa; Robert, que continuà la relació amb Maclure; Frederici i Jorge (sic) Washington Montgomery Irwing, escriptor romàntic sota el psudònim El Solitario; els seus llibres van ser traduïts a l´anglés i ell va traduir de Washington Irving la Crònica de la Conquista de Granada (Madrid, Imprenta de Sancha, 1831).
Potser que l´escocés Maclure coneguera l´americà gràcies a Antoni Valcarcel Pío de Savoia i Moura, Príncep Pío i Comte de Lumiares a què ja havia visitat a sa casa i jardí en 1808, segons va escriure al seu diari de viatge. Però no sabem si es referia al palau que l´aristòcrata posseïa a Alacant (hui Museu de Belles Arts Gravina) o altres finques veïnes dels Montgomery situades al Trajo (El Campello) i al Fabraquer (Sant Joan), ací La Princesa, títol nobiliari de sa mare.


No més em resta oferir-vos unes quantes referències bibiliogràfiques per a contextualitzar el pas d´esta nissaga i preguntar-vos: què va ser dels Montgomery?. Però eixa és una altra història.

Bibliografia:

- Bermejo Escuder, Mª D. i altres (1998): La toponímia rural de Sant Joan d´Alacant. Ajuntament de Sant Joan.

- Figueras Pacheco, F. (1957): El Consulado Marítimo y Terrestre de Alicante y pueblos del Obispado de Orihuela. Alacant, Inst. de Estudios Alicantinos.

- Gil Novales, A. (1979): William Maclure. Utópico en España (1808-1840). Barcelona, Universitat Autònoma de Barcelona.

- Pradells Nadal, J. (1992): Diplomacia y comercio. La expansión consular española en el siglo XVIII. Alacant, Universitat d´Alacant-Institut de Cultura Juan Gil-Albert .

- Rico García, M. (1888): Ensayo Biográfico y Bibliográfico de Alicante y su província, por... y Adalmiro Montero Pérez. Alicante, Imprenta de Antonio Reus.

- Viravens Pastor, R (1876): Crónica de Alicante. Edició facsímil de 1976 per Agatángelo Soler.

CARLES SALINAS

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107. ¡PAPÁ LLÉVAME A CASA!

Resulta curioso cuando uno se zambulle por esos archivos de Dios, a veces encuentra documentos curiosos como el que les contamos a continuación. Se encuentra en el Archivo de Simancas con la signatura G. M. leg. 6847-244, y es una carta un tanto curiosa por la familia de quien creemos puede provenir. Dicha misiva, va dirigida al Rey y la suscribe D. Domingo Martí.

Al parecer, comienza con lo que podría ser un conflicto familiar, en el que el hijo de éste, desaparece sin dejar rastro. Por lo visto, se había enrolado en el ejército y no solo esto, sino que además, se va al Nuevo Mundo, a Cuba, a lo que se decía hacer fortuna, algo muy común en aquella época. Pero por lo visto, la historia le sale rana y probablemente llama a papaíto para que le saque las castañas del fuego, ya que no habría conseguido hacer la carrera militar todo lo fulgurante que él habría querido, además de no reconocérsele su titulación nobiliaria. De igual forma, puede que los mismos mandos, según deja entrever el padre, le pondrían las cosas difíciles al hijo, por lo que podríamos apuntar a un cierto tufillo gallináceo por parte de éste que acaba por pedirle a su padre que le escriba al rey para pedirle el traslado a un regimiento de infantería de Valencia.

Sin embargo, no sale todo como espera y al final, le es denegado el traslado, se le pierde el memorial donde refleja su posición de noble y por tanto se le deniega el tratamiento como tal. Por lo visto, en aquellos momentos, correos, o lo que realmente sería el sistema de postas, no debía funcionar muy bien, y ya se perdía la documentación.

En definitiva, un cúmulo de despropósitos y lo que más llama la atención, es que siendo el nombre del padre D. Domingo Martí y según alega, perteneciendo al Estado Noble y habitando en la Universidad de San Juan, probablemente pertenecería a los Martí de esta villa, cuyo más importante ascendiente D. Juan Bautista Martí, sobresalió por su espíritu militar que le llevó a crear incluso una milicia a expensas de su bolsillo para hacer frente al infiel, y tan alto éxito tuvo que llegó a ser felicitado y nombrado capitán por el propio rey.
FRANCISCO JOSÉ RAMÓN MARTÍNEZ

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107. LES COSES DE BATISTE: BATISTE Y SU COCHE NUEVO

Pepa la mujer de Batiste ha estado diciéndole a su marido toda la semana, que ha encontrado a su amiga de la infancia en el mercado, y ha quedado con ella que irá con su marido a pasar el día del domingo a su casa en el campo.

A batiste no le ha gustado la idea porque el marido de la amiga de su muejer no sabe hablar más que del Real Madrid, i él es del Barcelona.

Batiste tiene muy claro eso de que quien mueve las piernas mueve el corazón, y el domingo, antes de ir al campo de la amiga de Pepa ha ido andando al mercadillo de Santa Faz. Y entre que le gusta recorrer todos los puestos detenidamente y que luego ha encontrado a su amigo Luís que es muy largo de conversación, pues se le han hecho las doce; y cuando ha llegado a casa, Pepa estaba hecha una furia.

Él ha dejado encima de la cocina las naranjas y las habas tiernas que ha comprado y ha salido apresurado a traer el coche que lo dejó ayer noche tres calles arriba, y tan apresurado iba que casi no puede abrir la puerta y luego le parecía que el motor sonaba distinto y que había perdido fuerza.

Cuando llegó a su casa estaba Pepa plantada en la puerta con el capazo en la mano y una cara de cabreo como hace mucho tiempo que no la había visto.

-Toma la llave y abre tú el maletero –le ha dicho Batiste- que yo voy a coger una botella de vino, no sea que el madrileño ese de m. no tenga y trengamos que comer a secas. Y cuando ha salido se encuentra con que Pepa no puede abrir la puerta del maletero.

-Trae, Trae. –le dice- que tú no entiendes de coches. Y costándole lo suyo por fin ha podido abrir, i entonces ha sido lo bueno: había una caja de sardina fresca recubierta de hielo troceado que estaría por los veinte quilos.

Y Pepa, haciendo un gesto de lo más cómico, le ha dicho:

- Chico, Batiste, ¿Vamos a casa de mi amiga o a vender sardina por la Huerta?

-Coll..! –ha exclamado él estupefacto- que en vez de coger mi coche he cogido el del pescadero. Ya decía yo que lo encontraba raro.
ISIDRO BUADES RIPOLL
Cronista de la Villa de Sant Joan

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