103. LES COSES DE BATISTE: Problemas por el nuevo coche
viernes, 7 de diciembre de 2007
Por fin ha decidido Batiste jubilar el dos caballos, que era el coche de su juventud. Un coche tan bueno, tan económico, pero que ya tenía treinta años. Y no ha hecho uso del Plan PREVER, sino que lo ha limpiado bien y lo ha guardado en la cochera cubierto con una lona. Es un sentimental. Luego, después de darle cien vueltas al asunto, se ha decidido por comprar un monovolumen, y cuando lo ha hecho, ha comprobado que conducir un coche moderno, es una verdadera delicia. Tan silencioso, tan cómodo, con aire acondicionado y la dirección asistida, que no te enteras en las maniobras. Una verdadera gozada de automóvil; pero, tenía que haber un pero, y cuando llegó a la "caseta" que tiene Batiste en el campo, lo comprobó: allí su dos caballos pasaba justito en la vuelta de la entrada a su parcela en la portalada junto al brazal. Pero el coche nuevo, no pasa. Bueno, pasar, pasar, si que pasa, pero rozando el margen, y es una lástima hacerle rayas a un coche tan nuevo y tan bonito.
Después de pensar y repensar en el asunto, ha llegado a la decisión de hablar con el vecino y pedirle que le venda unos metros para añadirle a la portalada dos palmos, y asunto resuelto. Este vecino es un poco cafre y más bruto que hecho de encargo, pero Batiste, aunque no lo traga, jamás ha tenido el menor problema con él, y su saludo es un cordial "bon dia" con ancha sonrisa incluida, así que ha decidido pedirle el favor.
Imaginaba Batiste, que se daría su importancia y tras pedirle el doble de lo que vale, por ser un buen vecino, y como favor especial, se lo vendería, pues su parcela es grande, sin árboles y sólo lindando al huerto de Batiste, junto a la portalada al lado de la valla metálica que separa las dos propiedades, hay un pequeño parral cuya uva se comen año tras año los gorriones y avispas.
Así pues, el domingo pasado, cuando su mujer estaba haciendo la paella, le dijo Batiste que iba a hablar un momento con el vecino, y Pepa que temía que la conversa se prolongara, vio con sorpresa regresar a su marido apenas transcurridos cinco minutos y que lo hacía a grandes zancadas y con la cara muy roja, cosa que sólo le ocurre cuando se enfada bastante.
-¿Qué pasa, Batiste?- le pregunto preocupada.
-¿Qué pasa? Que el ceporro del vecino, él que dice, "menistro", "percupación", "pograma" y otras cosas por el estilo, me ha salido con que no me puede vender unos metros al lado de la portalada porque justo ahí está el parral a cuya sombra suele sentarse a leer el Kempis.
ISIDRO BUADES RIPOLL
Dedicado a Indalecio Llinares
Publicado porAlfredo en 8:59
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