112. EL ORIGEN DE LAS FESTIVIDADES (y2)

Los tiempos litúrgicos se acomodaron a las grandes divisiones del año, las estaciones. Al inicio del invierno, el Adviento, anunciaba el nacimiento del Cristo. Tras él, al comenzar la estación y terminar el año, las fiestas navideñas, estaban seguidas por un tiempo de purificación (de animales: San Antón, el 17 de enero; de personas: la Candelaria, del 2 de febrero; de conciencia: la Cuaresma, como recuerdo de los cuarenta días de ayuno de Cristo en el desierto); con la primavera, la llegada de la Pascua (el primer domingo después del primer plenilunio de la estación), la Ascensión y el Pentecostés; y ya en el verano, la festividad de san Juan (24 de junio) en pleno solsticio estival, recubriendo ritos precristianos del agua y del fuego, y fiestas de la fertilidad de las cosechas. Con la llegada del otoño, con la rendición de cuentas y rentas, se puso bajo el título de los santos mediadores: san Mateo, el recaudador (el 21 de septiembre) y san Miguel arcángel, encargado de pesar las almas (29 de septiembre). Y para acabar el año cristiano, pero también el de la actividad agrícola, ganadera y pesquera, concluía en torno a Todos los Santos (1 de noviembre) , la conmemoración de los fieles difuntos (2 de noviembre) y heredado de la tradición celta, San Martín (11 de noviembre).

Como podemos ver, santos, no es que falten a la hora de hacer celebraciones y eso, que solo hemos apuntado unos pocos. Y es que en la periferia del cristianismo bíblico existen unas antiguas tradiciones de supersticiones y de leyendas que forman una antigua mitología. En la vida cotidiana de la Edad Media, esos ritos y creencias constituian el lenguaje de un pueblo llano y así, la doctrina cristiana tuvo que intentar aprovechar las conmemoraciones en el calendario pagano anterior a ella para integrarse en la vida cotidiana de las gentes mezclando la ortodoxia cristiana y las tradiciones apócrifas y aunque el concilio de Nicea en el 325 d. C. trata mediante el establecimiento de las fiestas, poner sus primeros pasos en toda esta suplantación, en los siglos XII y XIII, continuaran celebrándose dichas fiestas paganas.

Las fiestas, van ha implicar además de una cohesión social, como ya habíamos apuntado, el conocimiento del mito y muchas veces, su reproducción. Las fiestas pueden dividirse en acontecimientos de origen económico ( la siembra, recolección, matanza,…); de orden religioso (carácter iniciático, ordenamiento,…); de orden político (victoria en una guerra, visita regia,…); y finalmente las patronales (cofradías, hermandades,…). Hay veces, que pueden darse de la mano más de un motivo, como ocurre con todos los pueblos que celebran las fiestas de moros y cristiano, que aúnan la conmemoración de la Reconquista, con las fiestas en honor a su patrón. La ritualización de las fiestas, crece al igual que la espectacularidad y pormenorización del protocolo, al añadirse representaciones o entremeses y escenificaciones sobre carros o rocas, canciones o los comienzos de la pólvora en los fuegos artificiales, a finales de la Edad Media, así como todos los elementos que van a acompañar el acontecimiento, con el fin de alegrar y tener otras ocasiones sociales de ocio. Son por así decirlo las pocas vías de escape, y siempre dirigidas por la iglesia, que tiene el siervo, para evadirse de su paupérrima existencia.
La gama de actividades que se ofrecen son sumamente variadas. Por ponerles ejemplos: prohibición de lutos en público, limpieza y adorno de calles, fuegos y luminarias, volteo de campanas, pasacalles, limosna a los pobres (esto, aunque no parezca un acto festivo, se realizaba como parte también de nuestras fiestas del Cristo, hasta no hace mucho, como lo prueba el programa oficial de fiestas de 1929, en el que en el día 14 de septiembre, puede leerse: "A las 8, Reparto de limosnas a los pobres en el zaguán de la Casa Consistorial"), procesión y acción de gracias con canto del Te Deum (esto, también puede consultarse en el libro de D. Manuel Sala Pérez " Crónica de San Juan" en la parte de los milagros del Cristo de la Paz. En una carta del papa Gregorio II a principios del s. VIII, éste se refiere a unas prácticas festivas en cabañas de ramas levantadas en ciertas circunstancias. Probablemente se traten de las enramadas que se citan en algunos textos de la Edad media y que Montesinos, las cita en pleno s. XVIII, refiriendose a Sant Joan.

Como pueden ver, la iglesia oficial, ha sabido bien instalarse sobre los antiguos ritos paganos, de forma que atendiendo al sustrato pagano preexistente, impuso su propio ritual festivo y de esta forma, en estos momentos, desconocemos la gran mayoría, los porqués de nuestras fiestas
MODESTO BAEZA MARTÍNEZ y FCO. JOSÉ RAMÓN MARTÍNEZ

Publicado porAlfredo en 12:00  

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