112. DE LA CULTURA


Hace tiempo, no sé cuanto, pero tampoco viene al caso, me volví a encontrar con uno de los redactores de esta revista con el cual me una antigua relación de vecindad y también un gramo de locura en el asunto de mantener en pie la edición de una revista en la cual no se dan noticias sobre la persecución inmisericorde de un balón por parte de veintidós señores en pantalón corto ni tampoco se mencione en ella la disección visceral del famoso de turno, expuesto a las pesquisas del cotilla de turno y aguardando el final del programa para cobrar una remuneración pactada por la exposición pública.

A veces la solidaridad nos juega malas pasadas y nos dejamos llevar por un aire neorromántico dando rienda suelta a la imaginación, entonces soñamos con defender lecturas poco recomendables por el escaso interés que despiertan y suponemos en nuestro delirio que el ávido lector devorará el texto con la misma pasión con la que está escrito; suele ser un error imperdonable del que salimos cuando nos damos de bruces con la realidad.

Al principio de comenzar a escribir este amago de artículo, me planteaba hacerlo sobre la cultura, craso error el mío; de entrada comenzaron a asaltarme unas dudas algo más que razonables de que me saliera una cosa demasiado seria y pudiera ocurrir que los lectores huyeran despavoridos y en masa como le ocurre a cierta cadena de televisión que lleva por bandera, sin saberlo, ayudar a dormir la siesta a medio país con unos hermosos documentales sobre animales correteando por la sabana.

Como nos une una cierta relación de amistad, no quisiera espantarle los lectores con disertaciones aburridas; le haría un flaco favor a nuestra relación y no es esa mi intención ni tengo cuenta oculta pendiente que solucionar con él. Pero tampoco quiero entretener al personal a base de humor, porque ya hay demasiada gente dedicada a hacer humor: políticos, periodistas, cómicos, famosos de poco pelo etc, se ocupan de ello con mucha mas suerte y gracia de la que yo pueda tener por muchos siglos que viviera; en definitiva que me llevan mucha ventaja para poder alcanzarles.

A estas alturas, si aún queda algún lector que haya tenido la paciencia de soportar la perorata anterior, le diría de entrada, gracias de todo corazón y después de mi eterno agradecimiento le comentaría que para hablar de cultura deberíamos ponernos de acuerdo en las definiciones sobre ella y para eso quiero ver que dice ese objeto que por regla general adorna con primor las estanterías del mueble del salón y que en su lomo se puede leer Diccionario de la lengua española , dependiendo del diccionario así puede ser de compleja la respuesta, pero en el de la Real Academia Española, nos iremos a la cuarta entrada y al apartado popular que es al que más se asemeja la labor de esta revista. He de decir que existen en los anaqueles otros espacios, pero esos generalmente los ocupan películas en DVD que generalmente suelen proporcionar mayor entretenimiento que los libros.

Una vez leída la definición que no voy a copiar aquí y que daremos por buena, podemos emplazar al valeroso lector para un próximo artículo donde entraremos a fondo en la cuestión. Pero antes de dar por concluido éste inclasificable engendro, quiero animar en su perseverancia al antiguo vecino y a sus esforzados compañeros de redacción.

Nosotros sabemos por similar formación académica que estas pequeñas historias del pueblo que salpican las páginas de Lloixa, conforman una cultura a pie de calle, que es de la que se nutren las páginas de esos hermosos libros cuidadosamente editados y llevan a sus progenitores a sentar cátedra en materia histórica y cultural. Ésta labor puramente cultural la llevan haciendo muchos años desde las páginas de esta revista sin pedir remuneración a cambio de ello.
FRANCISCO JARONES

Publicado porAlfredo en 12:00  

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