HEMEROTECA. COSES DE BATISTE

COSES DE BATISTE: BATISTE REMEMORA
REVISTA LLOIXA, Nº 95. Enero - febrero de 1998

Batiste rememora al lado de la estufa catalítica en su cuarto de estar, acaban de dar las noticias de la televisión y lo uqe sigue no le ha interesado. Siente nostalgia y por eso rememora, pasan por su mente aquellos inviernos en los que la Huerta semejaba estar nevada por los días de la Candelaria, tantos y tan cuajada de almendros estaba. Los del “castellet” de flor blanca purísima, los de “planeta” levísimamente rosada. Recuerda que un día subió a la loma de “Benitia” para contemplar el paisaje y era un mar de blancura. ¡Inolvidable!

Ahora son las calmas, “les minves de gener” y por esos días él iba antaño con su padre al Cabo de la huerta, un día o dos, a almorzar a la orilla del mar. Llegaban muy cerca del faro, bajaban por la “Cala Palmera” y dejaban la “barsa” en “Cantalares”. Calaban el aparejo para las murenas entre los desmoronados sillares y se dedicaban a marisquear, cogían lapas y esos caracolitos verdinegros que algunos llaman bígaros, y cangrejos y un par de docenas de erizos (bogues marines), él tenía predilección por las de color verde, que en el cabo las hay de diversas tonalidades: en negro purísimo, moradas, rojizas, qué sé yo. Las partían por la mitad en sentido horizontal y lavaban en el mar quedando limpias y apetitosas las deliciosas huevas.

Mientras su padre las preparaba, él recogía una brazada de leña y hacía una hoguera en la calva de una peña para asar la mariscada. Cuando la leña se había consumido, con una “palmarina” verde barría bien la peña, sobre la piedra caliente arrojaba el marisco y en unos minutosestaban a punto. Entonces sacaban de la “barsa” el pan y las aceitunas, los tomates y la calabaza de vino, llevaban un vasito pero bebían a morro, total nadie los veía.

De postre llevaban un melón de aquellos verde oscuro que su padre llamaba “tendrals”, era delicioso, tenía abundante zumo dulce y perfumado. Luego se tumbaban boca arriba sobre un montón de algas, que siempre había por allí y se llenaban los ojos de azul y veían pasar alguna gaviota altísima y parsimoniosa antes de dormirse.

A veces cogían alguna murena, y si no, mejor, porque a él le daban cierto “repelús” su forma y sus movimientos que mucho le parecen a los de la culebra. Su padre las “trataba” con gran precaución y aseguraban que era muy peligrosas de boca, por eso llevaba una pequeña hacha en la “barsa” con la que els cortaba la cabeza nada más sacarlas del agua.

Cuando regresaban, su padre extraía un pozalito de agua de una cisterna que había cerca del faro, y bebían, bebían un trago abundante, de aquella agua dulce con aroma a tomillo.

Llegaban a casa ya de anochecida y su padre dejaba la “barsa” en la estaca de siempre, y su madre bromeba sobre la calidad de pescadores si no llevaban nada, y si pescaban les preguntaba muy seria de dónde habían comprado el “rancho”.

Batiste rememora porque el color de las puestas de sol de febrero le habla, con su mudo lenguaje, de los días de la Candelaria en que la Huerta se vestía de blanco como una novia.


Isidro Buades

Publicado porAlfredo en 22:05  

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