101. CON DIEZ CAÑONES POR BANDA (PARTE 1)


De esta forma iniciaba el poeta José de Espronceda su "Canción del pirata" para ilustrar a sus contemporáneos sobre las hazañas y virtudes así como las argucias y tropelías de este estilo de vida, que ensalzaba por encima de todas las cosas la ansiada libertad individual que perseguían los románticos del siglo XIX.

Y es que tanto la piratería como las actividades corsarias han servido de inspiración a lo largo de la historia dado que se trataba de una práctica, tan antigua como la navegación misma, en la que una embarcación privada o una estatal amotinada atacaba a otra en aguas internacionales o en lugares no sometidos a la jurisdicción de ningún Estado, perseguían un propósito personal para robar su carga, exigir rescate por los pasajeros, convertirlos en esclavos y muchas veces apoderarse de la nave misma.

Junto con la actividad de los piratas que robaban por su propia cuenta y riesgo movidos por su afán de lucro, cabe mencionar los corsarios, un marino particular contratado que servía en naves privadas con patente de corso para atacar las embarcaciones de un país enemigo. Precisamente esa patente era la principal distinción con la piratería vulgar, esto es, el hecho de que ofreciera ciertas garantías de ser tratado como soldado de otro ejército y no como un simple ladrón y asesino.

No cabe duda que las actividades corsarias y piráticas más famosas por su dimensión literaria y posteriormente cinematográfica fueron las desarrolladas en aguas caribeñas americanas de la mano del célebre Sir Francis Drake, el audaz Henry Morgan o el no menos conocido John Hawkins, entre otros. Sin embargo no por ello debemos olvidar otras que el tiempo ha relegado a un lugar secundario, pero que histórica y geográficamente nos resultan más próximas mereciendo un espacio en nuestra memoria.

Así el mar Mediterráneo conoció desde el siglo XIV numerosas incursiones de piratas y corsarios turcos y berberiscos que atacaban las naves y costas europeas en medio del conflicto entre el Cristianismo y el Islam que culminó con la conquista cristiana de Granada y la turca de Constantinopla, Chipre y Creta. La Península Ibérica imbuida en la vorágine de la reconquista cristiana no fue ajena a estas prácticas, y los reinos de la Corona de Aragón
sufrieron con mayor virulencia -por su mayor dimensión marítima oriental-, los efectos de dichas embestidas.

Las actividades corsarias de Alicante fueron las más importantes y fructíferas del reino junto con las de Valencia. Su puerto era el que reunía mejores condiciones naturales entre los del reino, y los monarcas castellanos y aragoneses potenciaron su desarrollo con diferentes privilegios y exenciones ya desde tiempos de Alfonso X el Sabio. Durante el siglo XV, el puerto alicantino experimentó un notable crecimiento, en particular en sus últimos 25 años, gracias al despegue de su agricultura especializada y a su condición de puerto importador y redistribuidor de mercancías por las tierras castellanas del interior.

La fortaleza de Santa Bárbara y las murallas de la localidad no sólo servían como refugio a la población sino también como elemento disuasorio a los atacantes. De esta manera se entiende que corso y comercio fueran actividades que muchas veces caminaran juntas.

Dos de los primeros piratas alicantinos de los que existe constancia son Pere Lenda y Andreuet d’Alacant. Otro corsario que actuó con frecuencia fue Joan Torres, siempre al margen de la legalidad.

En la segunda mitad del s. XV, este corso comenzó una irresistible ascensión y Alicante se convirtió en una importante plaza receptora de presas y en mercado de cautivos musulmanes. La explicación a esta actividad corsaria hay que buscarla en el despegue económico y en el dinamismo que experimentó la ciudad en esta centuria, visible en la actividad agraria, mercantil y marítima.

El corsario más activo en estos años fue Nicolau Bonmatí, documentado ya en 1396, que logró obtener un botín de musulmanes y ropas, valorado en varios miles de sueldos. El resto eran corsarios de la propia gobernación de Orihuela, el oriolano Ramón Fels o Joan Pedrolo de la localidad de Albatera.
DAVID ARACIL ARACIL


Publicado porAlfredo en 9:59  

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