102. CON DIEZ CAÑONES POR BANDA (y 2)

Para los corsarios, los cautivos (prisioneros musulmanes) eran la mercancía más valiosa, como lo demuestra el elevado precio alcanzado en la mayoría de ocasiones. De esta manera Alicante se convirtió, junto con Valencia, en el principal mercado de esclavos del reino y uno de los más destacados del Mediterráneo occidental.

Los corsarios alicantinos más destacados en esta época fueron Joan de Bordils, Bertomeu Segarra, Pere de la Torre, Errando Gil, Antón d’Anton, Jaume y Joan Segarra.

Inexplicablemente, a mediados del siglo XV la actividad de los corsarios alicantinos experimentó un notable descenso, o al menos no desembarcaron sus presas en Alicante, si hemos de hacer caso a la documentación oficial de la bailía de Orihuela-Alicante. Otro hecho incuestionable fue la presencia masiva de castellanos y portugueses en el puerto de Alicante a partir de estas fechas, coincidiendo con las empresas descubridoras de los navegantes de los países ibéricos atlánticos (Portugal y Castilla).

La ciudad se convirtió en plaza receptora de esclavos musulmanes y africanos traídos por aquellos navegantes. Merced a ello puede afirmarse que el corso alicantino no desapareció, pues se constatan bastantes ejemplos de su actuación, pero sí que pasó a un segundo plano frente a otros protagonistas.

Los riesgos que acechaban a los navegantes no sólo estaban en el mar, sino en los propios puertos o embarcaderos, incluso contando con la protección y el salvoconducto de las autoridades reales o locales. A veces podía suceder que el desembarco y venta en Alicante del botín fuera resultado de un acuerdo negociado con las autoridades, circunstancia que pasaba normalmente con extranjeros.

Las paces vigentes por entonces entre los reyes de Aragón y Granada eran también un factor que podría explicar el retroceso sufrido por el corso alicantino. Los abusos cometidos por súbditos aragoneses contra los granadinos hubieron de ser reparados por vía diplomática y restitución de lo robado.

Las sociedades para el corso siguieron funcionando en Alicante en la segunda mitad del Cuatrocientos y es entonces cuando actuaba por las costas valencianas la llamada "galeota d’Alacant", capitaneada por Jofre Cetina, de la que eran accionistas varios vecinos de Alicante. Los corsarios no dudaban en atacar a sus propios compatriotas, sucediendo así en repetidas ocasiones. Las ventas de presas corsarias en Alicante van siendo cada vez más esporádicas. La audacia de los marinos, corsarios y vecinos de la villa era tal, que no dudaron en cometer sus tropelías en el mismo puerto de Alicante, como hicieron en 1478 cuando fue asaltado y robado el ballenero del duque de Sevilla, cuyo patrón era Ferrando Bonifant.

Posteriormente, la realidad nos dice que, a pesar de ordenanzas, fueros y leyes nadie en la Gobernación de Orihuela parecía hacerles mucho caso y el corso siguió siendo una lucrativa actividad, de manera que el puerto de Alicante a fines del siglo XV experimentó un espectacular crecimiento con relación a cincuenta años antes, convirtiéndose en el segundo del reino.

Especial relevancia poseen las repercusiones socio-económicas que el corso tuvo en localidades como Denia, Villajoyosa, Alicante u Orihuela, donde sus vecinos se dedicaron a esta actividad obteniendo importantes beneficios, lo que les permitía ascender socialmente.

Así aquellos hombres forjaron una alianza con el mar que además de facilitarles un sustento que les garantizaba su propia supervivencia en el marco de esas actividades al margen de la legalidad, les proporcionaba otro bien que era incluso más valioso que el oro, la plata o los preciados cautivos. Una fortuna intangible, un patrimonio imperecedero y renta inagotable que aquel pirata inmortalizado en canto por Espronceda recitaba una y otra vez al viento: "Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad, mi ley la fuerza y el viento, mi única patria, la mar".

DAVID ARACIL ARACIL

Publicado porAlfredo en 8:59  

0 comentarios:

Publicar un comentario